FRAGMENTO
“La insistencia de Panchito sobre el paradero de Manuel lo inquietaba, cada vez más. Quizás no era la mejor idea seguir manteniendo contacto con él, pero, por otro lado, su desempeño con el restaurante era impecable. ¿Debería continuar con esa relación? ¿Podía seguir confiando en él?“
Reflexión del autor
Escribir La Culpa me llevó a explorar una pregunta incómoda pero universal: ¿cuánto estamos dispuestos a ignorar con tal de mantener nuestra comodidad? En el fragmento que comparto, el personaje se debate entre seguir confiando en alguien que despierta dudas, y no perder una relación que, desde lo práctico, parece beneficiosa.
Panchito, más que un personaje secundario, funciona aquí como un espejo de algo que muchos preferimos evitar: cuando lo conveniente se enfrenta con lo moral, lo emocional, o simplemente lo instintivo. La inquietud del protagonista no es solo por el paradero de Manuel, sino por lo que esa búsqueda representa: el desmoronamiento de un orden que parecía estable. La sospecha es como una grieta; empieza pequeña, pero una vez que se instala, es difícil detenerla.
Al escribir esta escena pensé mucho en las relaciones que sostenemos por costumbre, por necesidad, o por miedo a desestabilizarnos. La Culpa gira en torno a ese tipo de vínculos: cómodos pero frágiles, amables pero opacos. La novela se pregunta qué pasa cuando el pasado llama a la puerta y exige ser atendido. Y lo hace con la voz de una clienta que deja un sobre, sí, pero también con la voz de la conciencia que, como Panchito, insiste y no se calla.
