PROCESO CREATIVO
Siempre me preguntan de dónde saco las ideas para escribir historias de suspenso. La respuesta no es tan sencilla como decir “de mi imaginación”. En realidad, todo puede ser un disparador: una noticia que leo y no me puedo quitar de la cabeza, una fotografía antigua encontrada por azar, una esquina sombría de una ciudad que visito, o incluso un sueño inquietante que se queda latiendo en la mente, como una advertencia.
Sin embargo, la historia de La casa de la palmera fue diferente. Me basé en una historia real que ocurrió en Buenos Aires, a fines del 1800. Ese fue mi disparador. Las escenas fueron creadas de mi imaginación, pero la historia en sí fue real, aunque con algunos matices. Por ejemplo: los hermanos Galcerán eran 6, no 5. Elegí esa historia por lo que representa aún en Buenos Aires. No tenía nada de extraordinario a primera vista, pero había algo en esa fachada agrietada, en la palmera que resistía junto a ella, que me hizo pensar: ¿qué secretos podrían haber quedado atrapados entre esas paredes?
De ahí en adelante, el proceso fue orgánico, pero también metódico. Tomé apuntes, escribí líneas sueltas de diálogo antes de tener siquiera un argumento completo y me pregunté: ¿qué pasaría si esta casa hablara? ¿Si contara su historia?
Para desarrollar la tramas seguí una estructura que me ayudó a no perderme:
- 1. El detonante: algo que alteró el orden y despertó una inquietud (las muertes de los hermanos Galcerán)
- 2. La tensión progresiva: cada muerte haría que el lector quiera saber por qué sucede.
- 3. La ambigüedad moral: en este caso, la moral del personaje de Elisa.
- 4. El giro emocional: el momento en el que todo cambia, no solo en la trama, sino en la percepción que el lector tiene del personaje.
- 5. El final que deja eco: no busco grandes fuegos artificiales, sino que el lector cierre el libro con una pregunta o que piense su propia interpretación de los hechos. No haré spoilers aquí, ¡tenés que leerlo!
Mis personajes más inquietantes se suelen construir a partir de emociones humanas profundas: la culpa, el deseo, la negación, la pérdida. En La casa de la palmera, por ejemplo, la figura de Elisa es tan central como ambigua. ¿Busca justicia o redención? ¿Está luchando contra el mundo pecaminoso o contra sus propios fantasmas?
Algo que me acompaña siempre al escribir son las playlists. Tengo una lista específica para escenas sombrías, donde predomina el piano melancólico, los sonidos ambientales, y algunas piezas clásicas que remiten a lo oculto y lo inevitable. También tengo una para la tensión creciente, con pulsos graves, ritmos repetitivos y atmósferas que parecen un susurro al oído.
Escribir, para mí, es una forma de explorar lo que nos incomoda, lo que no decimos, lo que queda atrapado bajo la superficie de lo cotidiano. Y es, también, una manera de hacer las paces con esos silencios.
¿Y vos? ¿De dónde nace tu oscuridad creativa?
